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Hugo Gutiérrez Vega
UN RETRATO DE LUIS RAFAEL SÁNCHEZ (II Y ÚLTIMA)
Sus ensayos contienen novedosas reflexiones sobre la escritura concebida más como obsesión que como oficio, sobre los prodigios y embelecos de la inteligencia, las virtudes incontrastables de la sensualidad, el alma caribeña y las realidades culturales de una isla señalada por su talento artístico y por su ser nacional, que defiende su cultura de la racha constante alentada por el dios huracán o por los semidioses imperiales. En su trabajo ensayístico no intenta congraciarse con los distintos grupos de opinión y, sin lanzar condenaciones (“En el hombre hay más cosas dignas de compasión que de odio”, decía Camus, quien a la postre demostró tener la razón en casi todo) a los extremos de la compleja geometría política insular, expone sus puntos de vista, promueve discusiones y defiende los principios democráticos y la libertad de la cultura. Su libro de ensayos, No llores por nosotros Puerto Rico , es un ejemplo magnífico de la inteligencia, la capacidad dialéctica y la prosa zigzagueante y a la vez puesta al servicio de la claridad de un escritor que, en los terrenos de la narrativa, levanta construcciones con los elementos, matices y reflejos cóncavos y convexos del más libre y creativo de los barrocos antillanos. Por eso logró que su Guaracha del Macho Camacho actuara como una “humilde mediadora” para despertar las conciencias dormidas o, lo que es peor, enajenadas. Abomina, con mucha razón, de la “literatura suavona” incapaz de caracterizar la violencia y el desasosiego que agobian a nuestras sociedades esquilmadas por políticos corruptos, y por los neoliberales de crueldad implacable. Así, en un párrafo que arde y crepita, nos señala su actual proyecto de escritor: “Prefiero combatir, desde la trinchera de la marginalidad, con el concurso de cuanta palabra corrupta sea menester, al contemporáneo arroz con culo puertorricensis. Prefiero combatir el ‘gufeo' crítico, el ‘gufeo' memo con el ‘gufeo' irónico.”
Luis Rafael Sánchez escribe “para dar noticia al mundo” de su país, y lo hace también para hablar de los paisajes y de las gentes que se han puesto al alcance de su amor. Por eso ama a la Bahía de Jorge Amado y al Madrid de Pérez Galdós. Esta vocación hecha de amores y palabras marcó los primeros pasos del muchachón del caserío Antonio Roig, de Humacao, ciudad oriental de Puerto Rico, hijo del panadero Luis Sánchez Cruz y de la bordadora Águeda Ortiz Tirado, empleada en el bazar de Josefina Reyes.
Dice Luis Rafael: “Los puertorriqueños tenemos como apeadores notables de nuestra identidad colectiva el son, el mestizaje y la errancia.” La suya es “una cultura callejera”, gárrula y confianzuda. Nuestro escritor hace la biografía de su país, deformado en las postales y, como muchos otros de nuestra comunidad, “caótico, despedazado y hostil”. Como todas las almas antillanas, escribe para celebrar “las grandes avenidas del placer” y los emocionantes avatares del amor.
Luis Rafael Sánchez es la voz por la cual circulan la hermosa y vasta tradición literaria de su patria, y las reflexiones sobre la personalidad de ese “país de cuatro pisos” del que hablaba otro boricua de apasionada lucidez, José Luis González. Nos conviene escucharlo con atención, respeto y lúdica alegría, pues sabe lo que dice y sabe cómo decirlo. “Todo se nos puede perdonar, menos el no atrevernos a ser felices”, decía Elías Canetti poco antes de irse. También para eso escribe Luis Rafael, para atreverse a ser “un poco feliz”. Vamos a atrevernos a ser totalmente felices por unos momentos dorados, escuchando lo que nos va a decir este puertorriqueño del universo.
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