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INVENTAN UN RETRATO
LEO MENDOZA
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Ravel,
Jean Echenoz,
Traducción de Javier Albiñana,
Editorial Anagrama, Panorama de Narrativas 671,
Barcelona, España, 2007.
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En sus inicios, Jean Echenoz fue catalogado como el primer escritor post nouvelle romance y como uno de los más prometedores de su generación. Luego del éxito obtenido por Cherokee y La aventura malaya – escritas en clave de novela policíaca– cada una de sus obras posteriores ha ampliado el reconocimiento tanto de lectores como de la crítica hasta que, en 1999, con Me voy , obtuviera el muy prestigiado Premio Goncourt. Poco después de este éxito, Echenoz tomó en sus manos la biografía de uno de los más grandes músicos franceses y la convirtió en ficción. El libro se titula simplemente Ravel , y narra los diez últimos años de la vida de este enigmático, misterioso, solitario y arrogante compositor de origen vasco.
La profecía de Calvino, quien veía en la levedad una de las propuestas fundamentales del nuevo milenio, ha encontrado eco en la narrativa de Echenoz, cuyos temas centrales son la desaparición y la búsqueda de identidad a partir de referencias mínimas, de lo que casi se encuentra en lo periférico del hecho narrado. Por eso la vida de Ravel, ordenada, silenciosa, muchas veces solitaria, le ofrece al escritor una oportunidad única para recrear una vida inventándola.
No es para menos. Si bien los últimos diez años de la vida del compositor del celebérrimo Bolero son precisamente los de su apoteosis, también es cierto que, a partir de 1933, es víctima de una enfermedad neurológica que lo condena al silencio y borra su propia imagen, todo lo que lo hacía ser él mismo. Aun cuando un percance automovilístico pudiera haber acelerado la caída del compositor, de tiempo atrás, con una conciencia muy clara, Ravel intuía cómo perdía contacto con la realidad, e incluso era incapaz de firmar o de escribir su propio nombre. Esta disolución de la personalidad, que lo llevó a no reconocer sus propias obras cuando eran interpretadas, es el que con mayor audacia explora el narrador francés.
No estamos ante una biografía –para eso hay muchas y muy exhaustivas y documentadas obras sobre el compositor–, sino ante un homenaje y una reinvención de la vida del compositor a través de su personalidad. Echenoz ha echado mano de sucesos reales –como el enfrentamiento con el pianista Paul Wittgenstein (hermano del filósofo) quien, habiendo perdido la mano en la primera guerra mundial, solicitó obra a varios compositores para la mano izquierda, uno de ellos Ravel, y quien se empeñaba en interpretar con variaciones la partitura original, para indagar en la personalidad del músico y presentárnoslo vivo, arrogante. El distanciamiento del músico frente al mundo, y del escritor frente a su objeto, se entrelazan en esta breve e intensa narración, teniendo como resultado un ejercicio de estilo, una mirada humorística y profundamente lúcida sobre uno de los compositores más notables del siglo xx . Y es precisamente el ejercicio estilístico de Echenoz el que logra dibujar este magnífico retrato imaginario.
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