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Dos ciudades, un boleto
Jesús Vicente García
...aunque no consiguieron el cumplimiento de las
promesas, las vieron desde lejos y las acogieron,
y declararon públicamente que eran extraños
y residentes temporales en la tierra.
Hebreos 11:13
Pamelo se desmayó al leer la noticia: la autoridad pretendía elevar el costo del boleto del Metro. En cuanto se recuperó, convocó por todos los medios de información a una reunión de usuarios de Metro en la estación Cuello de Botella .
Decidieron realizar la Marcha del Metro Más Grande de los Últimos Tiempos, que llegaría por las líneas subterráneas, terrestres y aéreas.
Los contingentes no se hicieron esperar: Los Hijos de Trabajadores del Metro, Usuarios Sudados, Novios y Ex que se Citan Abajo del Reloj, Vendedores de Hamburguesas y Hot Dogs, Ciegos Pero No Idiotas, Vagoneros y Pasilleros, Operadores de Trenes, Taquilleras Caraslargas Pocoamables, Taquilleras Guapérrimas, La Hermandad Lectora del Metro, Creadores de Poemas Métricos, Disck Jockeys de Audiómetro, entre otros organismos que se manifestaron días y semanas enteras, meses y años carcomidos, donde nuevas generaciones nacieron. Con todo, el boleto subió de precio en los alborotos de la Marcha-Mitin –Paro-Plantón.
Los disidentes consensuaron otra alternativa.
Pamelo tomó el micrófono de la cabina central del Audiómetro. Propusieron abandonar la ciudad y dejar el Metro sin usuarios, para demostrar a las autoridades que sin ellos se detendría la dinámica citadina. Se fueron a las orillas del norte de la ciudad a un lugar que denominaron Éxodo , la tierra que promete lo que la otra no cumplió: evitar el aumento del costo del boleto.
Por eso hay dos ciudades: una con Metro sin usuarios y la otra con usuarios sin Metro.
Debe ser tanta la nostalgia, que desde entonces los habitantes de la ciudad que tienen Metro acuden a Éxodo con los usuarios que carecen de él y éstos, a su vez, viajan a donde hay Metro. Los unos extrañan a los otros, pues consideran que dejaron o se llevaron algo de sí. Unos desean construir su propio Metro; los otros desean tener la personalidad de los ex usuarios y van a aprender de ellos, e incluso cada uno a su manera escruta la forma de elaborar boletos y evitar que aumente su precio.
Pamelo, entonces, se la pasa medio día en la ciudad donde hay Metro detenido, y la otra mitad en Éxodo , donde platica con los habitantes. Ahora el problema no es el precio del boleto, sino quitarse el peso de la nostalgia y el precio del recuerdo.
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