Julio Gómez Hernández
entrevista con Francisco Guzmán*
Un miembro de la pandilla solar
¿Qué texto conocías antes de encontrarte con Grotowski?
–Conocía Hacia un teatro pobre. Después se conoció, en el taller de Núñez, el texto Hacia una cultura activa, desarrollado en el Seminario de teatro de investigación etnodramática, de la unam.
–¿Cuál es el punto más objetivo para ti del encuentro con este trabajo?
–Encontrarme y reconocer mis raíces.
–¿Cuándo llegaste al teatro por primera vez?
–Yo llego en el año de 1976 al teatro. Llego con la necesidad de aportar a mi pueblo mexicano una alternativa social de lucha para un cambio de la estructura social. Grotowski me hizo consciente de que ser mexicano es algo que trasciende y que tiene que ver más con la memoria original, que te pertenece a ti. Somos entes solares, venimos del Sol y vamos al Sol.
–¿Tu relación con el polaco se sostiene por tu carrera individual o por tu carrera grupal? –Principalmente, el primer encuentro con mi desarrollo social grupal al pertenecer al Taller de Investigación Teatral. Me da una plataforma de vida que es diferente a pertenecer a un grupo cualquiera. Él ve mi trabajo en el año de 1985 en la Casa del Lago.
–¿Cuánto tiempo permaneces trabajando con este grupo? –La cantidad asombrosa de veinte años. La pregunta esencial que yo me hice es: ¿para qué sirve el acto del actor? ¿De qué manera trasciende el trabajo de un actor en una sociedad atomizada? Con una serie de valores estructurales que lo alejan de su ser. Lo más importante del trabajo de Grotowski es que te acerca a tu ser, a tu ser más íntimo, profundo. Al decir ética, hablo de principios que haces vivos en tu cuerpo, en tu alma. Donde lo único que fluye son fluidos humanos.
–¿El trabajo de este grupo te llevó a Grotowski? –A mí me llevó mi propio trabajo al trabajo de Grotowski.
–¿Eso es lo que piensas que hace ese grupo? –Mira, para serte sincero, es lo que pienso ahora.
–¿Crees que en la práctica eso es lo que desarrolla ese grupo ahora? –Si tú me hablas del grupo, del taller como tal, se repitió a sí mismo y murió en su propio intento. Somos transitorios y mortales, los principios viven.
–El teatro que se produce en México, ¿es el mismo que hace veinte años? –Me parece que hay un movimiento interesante en la dramaturgia del actor. Hay realizadores como Israel Cortés, Katia Tirado, Pablo Mandoki, el maestro Gurrola, que han asumido el compromiso de pasar ese ritual a una composición estética contemporánea. Sigue faltando la proposición que una el ritual, el mito y el teatro, según creo yo.
–¿Crees que en tu trabajo personal o profesional artístico tú desarrollas eso? –Lo he intentado toda mi vida, que lo haya logrado, no lo sé.
–¿Es el público quien define la consecuencia de tus ideas o de tu trabajo? –Tu trabajo lo desarrollas a través de un impulso, que volvemos a conectarlo con el impulso original que nos muestra el maestro Grotowski. En donde se conectan en la relatividad del acto y de la memoria original que te lleva a ese acto.
–¿Crees que tu vocabulario para expresar esta corriente teatral es entendible? –Evidentemente es una terminología técnica. Cuando yo hablo de los principios éticos-estéticos del actor, me quiero referir a toda aquella enseñanza en donde el actor está más allá de una parafernalia teatral. Donde el actor asume su compromiso.
–¿El trabajo de Grotowski tiene huella en algunas personas del teatro en México? –Dejó semillas que germinarán como la lluvia al sol. Dejó preguntas más que respuestas, dejó incógnitas más que soluciones fáciles, una manera de ver el mundo donde el principio es el fin y el fin es el principio, y bendito sea el que entienda estas palabras.
–¿Qué significa la pandilla solar? –Aquellos que reconocen, en donde quiera que se encuentren, una serie de principios de trabajo, de pensamiento. No a tu ego personal. Un servicio a través del mundo, del rito, o del acto teatral para trascender nuestras fronteras.
–¿Consideras difundir la teoría y práctica sobre el maestro Grotowski en México? –Lo consideré un tiempo, a mi edad, cuarenta y cinco años, considero que cada gente merece y se va a encontrar con lo que tiene. Lo que se merece. No es para todos.
–¿No sería importante promocionar el teatro que hizo Grotowski? –Es importante desde el punto de vista –volvemos a los principios–, de los vivos. La gente muere, la gente fenece, la gente está de paso; ahora me estás hablando, mañana ya no estoy. Entonces eso fenece, es mortal. Somos entes mortales. Grotowski me lo dijo la primera noche que conviví y compartí con él: "lo que vive es el principio activo del ser humano, eso es lo que nos hace vivir". El trabajo es un principio. En esta época los valores están atomizados, tenemos una capa superficial que nos inhibe y nos prohibe ver nuestra fe al ser. Estamos atrapados en una serie de valores en donde esos valores tienen más peso que realmente saber quiénes somos, qué hacemos en esta tierra y para qué vivimos. Yo puedo decir que a mí el trabajo del maestro Grotowski me llevó a lo más sagrado de mi cultura, a la danza. Y a través de la danza de mis abuelos he encontrado esa fuente, ese venero en el que todas las preguntas se convierten en viento. Y no es nada. Es la acción, que es movimiento, eso es el teatro, el teatro es acción.
–La oportunidad que tuviste de acercarte a esto, ¿quisieras que la tuvieran otros? –Mira, desgraciadamente los tiempos son irrepetibles. Grotowski ha muerto. El teatro de Grotowski lo dijo él, sólo él lo podría hacer. Nosotros solamente podemos ser un espejo y un reflejo de eso que él intentó hacer. Nuestro máximo error es pretender ser Grotowski. Debo ir más a mi persona y a mi ser que ir hacia Grotowski, porque eso es lo que a mí me enseñó: ve a ti, no vayas a lo otro.
–¿Cuál sería tu propuesta? –Afirmé que el teatro es acción partiendo del principio de Stanislavski. Como la danza que da una respuesta. Las manifestaciones que tenemos son gracias al dador de la vida en nuestro pueblo. Nos hace sentir vivos, que volvemos a la sangre, a la memoria original, a estar vivos.
–¿Lo más importante que puedes dar? –Esta va a ser mi respuesta más sincera, la más sincera de toda esta entrevista: poder morir dignamente. Poder decir algún día que yo estuve con Grotowski, conocí las raíces de este trabajo. Ahora me siento lejano a ello. Poder morir dignamente después de haber conocido esta luz. Al poner al actor en el centro del escenario, el ser vivo actuante, mutante, divino, (lo que es tener un ser humano de carne y hueso) enfrente de ti, haciendo. Grotowski no es una sola pieza. Grotowski es un ente que trascenderá a los siglos a y a la historia. Grotowski es una persona que pudo ver más allá; que el arte del actor era ser un actor santo. Y vuelvo al principio; tienes que ser purificado de tus emociones, de tus sensaciones y aun de tus convencionalismos sociales para convertirte en un puente entre lo humano aquí y ahora y lo divino que es atemporal, definitivamente.
* Fragmento de una entrevista realizada el 13 de enero de 2000, Ciudad de México.
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