MALAS COSTUMBRES (I DE II)
Hace aproximadamente un par de meses se habló en este espacio de la ausencia casi total de cine mexicano en cartelera, a partir de lo cual buen número de lectores tuvieron el gesto amable de escribir y enviar una respuesta/comentario a dicha situación, deplorándola.
No era la primera vez, por cierto, que estas líneas habían sido dedicadas a manifestar una muy justificada preocupación ocasionada por una situación claramente negativa para el cine mexicano. Dicho de otra manera, no era tampoco, por desgracia, la primera vez que dicha situación victimizaba al cine realizado en nuestro país. De hecho, el estado de las cosas para la cinematografía nacional fue demostrando, desde aquel entonces y hasta la fecha actual, una notable capacidad de empeorar.
Hace años que los estrenos nacionales en la cartelera comercial se dan a cuentagotas, a tal grado que nadie comete ya la extravagancia de suponer que al abrir dicha cartelera ésta le ofrecerá una o más opciones de cine mexicano, que diversifiquen una oferta cuya principal y doble característica es la unidad de origen y la uniformidad conceptual.
A despecho de lo que la inercia y la molicie mental están dispuestas a sugerir, no es verdad que algo, cualquier cosa, sea bueno sólo por el hecho simple de que ocurre con regularidad. Considerar a la costumbre como si fuera una especie de certificado de bondad circunstancial puede llevar para lo cual basta con descuidarse sólo un poco–, por ejemplo, a creer que los bombardeos genocidas de Israel en territorio libanés son buenos porque los libaneses ya se acostumbraron a ellos; o a suponer, en una escala más amplia, que es igualmente bueno matar a un semejante, argumentando el pretexto que mejor convenga, sólo porque los seres humanos tenemos la costumbre inveterada de matarnos unos a otros.
Definitivamente no es así, como tampoco puede ser bueno, por más que suceda reiteradamente y volviendo al cine, que una sociedad no pueda mirar su rostro en la pantalla cinematográfica en un momento dado. Algo así no puede ser calificado sino como anomalía o, para repetir una palabra muy gastada, como crisis.
DE ANÓMALAS PARADOJAS
Así pues, desde la última ocasión en que se hizo notar que en cartelera comercial había una sola producción mexicana, ya experimentamos la desaparición del "casi" para instalarnos en el cero absoluto: antes del estreno reciente de Los pajarracos transcurrieron varias semanas en las que ni una sola película mexicana fue exhibida, ni en cartelera comercial, ni como parte e una retrospectiva, un homenaje, un ciclo o cualesquier otro evento.
Quienes han acercado la vista más de una vez a esta columna muy posiblemente concluyan que volver a mencionar esta situación resulta punto menos que inútil, porque no será con denuncias estériles con lo que se transforme una dinámica que poco o ningún caso va a prestar. Es probable que así sea, pero como tampoco deja de ser cierto que quien calla otorga –es decir que acepta, se resigna o se acostumbra–, este sumeteclas se siente obligado a insistir en la perversión fundamental en que consiste una situación semejante, tan perniciosa como sería el hecho de quedarse a contemplarla valiéndose de un silencio bovino.
Contimás obligado cuando se sabe que la desaparición del cine mexicano en las pantallas ¿mexicanas? no tiene su causa –como sí la ha tenido en otros momentos–, en una producción tan baja que casi llegue a ser nula. Ahora no es así. Recuérdese que hace no demasiado tiempo tanto el imcine como otras instancias festinaban el en sí festinable hecho de que, en el período de un año, se habían filmado más de medio centenar de películas, e incluso se habló, con razón, de que en el sentido de estándares de uso internacional, una cantidad semejante permite hablar positivamente de una industria cinematográfica.
Es un hecho que esos cincuenta y pico filmes existen. Sin contar los que se han sumado desde entonces, y desde luego sin incluir las decenas de cortometrajes que siguen esperando ser considerados como una opción más que viable, con esos cincuenta y pico filmes bastaría para tener un estreno nacional por semana.
¿Dónde están? ¿Por qué entonces no se exhiben?
LA COSTUMBRE A FUERZAS
La respuesta ha de encontrarse en el criterio, si es que tal cosa existe, de los distribuidores que son a un tiempo forjadores y seguidores de ciertas costumbres.
Antes, el argumento de estos bajalevantadedos consistía en que cómo iban a distribuir cine mexicano si éste, con sus siete o diez producciones no alcanzaba para nada. Pero ese pretexto se acabó.
(Continuará)
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