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La crisis del teatro en México
José Caballero
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Que dicen que el teatro está en crisis. Otra vez. Sin embargo, quien tal noticia me trae se refiere más que nada a la escasez de público. Cosa curiosa, durante los últimos treinta años el interés de las nuevas generaciones por hacer teatro no ha menguado y, sin embargo, el público no ha crecido en la misma proporción. Seguramente una buena parte de la afición ha decidido abrazar la profesión escénica. Cierto que muchos se desvían a la cinematografía, ahora que Diego, Gael & Co. parecen haber abierto una brecha en el muro hollywoodense, pero el interés de los actores y demás creadores teatrales por seguir adelante no mengua. Como prueba no sólo hay que presenciar el apiñamiento de teatreros en la Unidad del Bosque, el Centro Cultural Universitario, el Centro Cultural Helénico y el Centro Nacional de las Artes, sino dar fe de las participaciones de espectáculos hechos en México en festivales internacionales, de la rebatinga que se organiza en cada Muestra Nacional de Teatro, de la triplicación del presupuesto y la adquisición de una sede para la Compañía Nacional de Teatro, del éxito de ciertas producciones comerciales presuntamente serias, como Doce hombres en pugna, de la culminación de un proyecto tan saludable como el teatro El Milagro, del surgimiento de foros capitaneados por las más recientes generaciones como El Quinto Piso, del hecho de que se sostengan proyectos como el teatro de La Capilla y el Foro Shakespeare, o de la renovación de altos vuelos que llega a nosotros cuando los propios Diego y Gael no quitan el dedo del renglón e insisten en hacer teatro con sus envidiables recursos, trayendo a John Malkovich aunque sea a dirigir.
Con todo, es verdad que el público escasea en la mayoría de las producciones. Personalmente sostengo que se debe en buena medida a los precios de las entradas, porque en la UNAM siempre hay público. Otro factor determinante es sin duda el publicitario.
En la difusión de la oferta comercial, es obvio decirlo, participan con entusiasmo las empresas con intereses proyanquis. Todo lo que tenga aroma a cultura del primer mundo será apoyado por los medios que les ha concesionado el Estado mexicano. La difusión de lo que no alcance tan exquisito nivel estará condenado al canal 11 y TV UNAM, porque en el 22 tendrá que competir con lo que se anuncia por los canales de las empresas privadas. La oferta cultural, larga como la Cuaresma , deberá conformarse con un cuadrito en tiempo libre, prodigarse por internet y acogerse al milagro de boca en boca. Ni qué tratar de convencer al Estado mexicano de la importancia de la cultura viva nacional. Para el Estado, cultura son los sitios arqueológicos (que dejan buenos ingresos), los homenajes con caché y aun éstos se atienden como a un mal necesario, nomás pa' que no anden diciendo por ahí que a las autoridades no les preocupa la cultura. Aunque su verdadera preocupación en este rubro es que no hagan olas, especialmente los trabajadores sindicalizados que las traen todas consigo.
¿Crisis en el teatro? ¿Y qué me dicen de la poesía? ¿Cuánta gente lee a los poetas mexicanos, sabe quiénes son, recita apasionadamente sus versos? ¿Algún habitante del país no ha oído hablar de Frida, ahora que es marca de “productos de belleza”? Pero las obras de los pintores del último tercio del siglo xx para acá, ¿cuántos las conocen? ¿Las de los escultores? Como no sean las piezas de Sebastián, que bizarras y anónimas (para el pueblo llano) cabalgan por media República… ¿Acaso existen para el vulgo coreógrafos y bailarines, músicos e intérpretes? Rolando Villazón es un prodigio alrededor del mundo, ¿y cómo le va a la ópera en esta su patria? México es tierra de deportistas y artistas de la tele, y de aquellos que tienen éxito fuera del país, entendido por éxito lograr insertarse en la producción artística estilo americano. A ver, nombre tres directores de cine mexicanos que no hayan hecho una película en Hollywood. ¿Ah, verdá?
Y si esto sucede en el mundo del arte, ventana al alma de un pueblo, qué pueden esperar los científicos sino que alguien se entere por ahí, en París o en Estocolmo, de su vida de sacrificio, para que alguno reciba acaso un merecido reconocimiento. No digamos que los incluyan en el gabinete del cambio made in USA . Sólo entonces merecerán un espacio en el noticiero de López Dóriga y se sabrá de ellos en los hogares de la gran familia mexicana.
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Total, que la tal crisis del teatro mexicano pareciera ser la crisis de la cultura mexicana, de su originalidad y su influencia en la cultura universal. Por lo que se ve, estamos destinados a desaparecer en un modelo de producción cultural única, pues en ello se empeñan las empresas que “están contigo en los grandes eventos”, como bien señala Alessandro Baricco en su libro de ensayos Los bárbaros. El vino que se consume en todo el mundo es estilo americano, el futbol se ha ido americanizando, lo mismo la producción editorial. Así sucede con toda actividad cultural y el teatro mexicano no iba a ser la excepción.
Sin embargo, en lugares lejanos a los focos de la globalización, aguardando por la crisis económica mundial, artistas de todo tipo, incluso teatrales, hijos de la pasión y el esfuerzo, cultivan su parcela. Como la hierba que crece entre las ruinas de las civilizaciones, los hombres de la cultura habrán de florecer. Saben que el frenesí global es un sueño pasajero, y que la cultura viva respira diariamente en los cuerpos de los hombres.
¡Ah, cómo me hubiera gustado terminar con un párrafo como el anterior! Lleno de lirismo y fe en el mañana… Pero no. Hoy todos somos gringos, de Pekín a Yucatán, de Roma a Buenos Aires. Usted decide a qué avión se sube y en qué páramo abandona la carreta de Tespis.
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