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Desayuno en Los Pinos
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Foto: Christian Grueter |
Desayuno en Los Pinos
Marco Antonio Campos
Habiendo concluido el desayuno; Felipe de Jesús, Presidente del Desempleo, se quedó un rato a la mesa conversando con quienes estaban cerca de él. Apenas se le veía la cara pero alzaba las manitas para que lo vieran mejor. Decidió ponerse de pie porque notaba el sufrimiento de varios de los colaboradores para fijar su rostro. A su lado, en la cabecera, estaba Hermann Martins, el joven presidente del Partido Retrógrada. En la pared de atrás se veían retratos de los cristeros canonizados; del Padre Pro, con su porte de niño marista; de José León Toral, de pie y con paleta de pintor; de la madre Conchita, como diciendo la condenatoria frase: “Pues sí”; de Juan Pablo II, con una tarjeta en la mano derecha de viajero frecuente; de Su Santidad Herr Ratzinger, con una cara de parecerse más al diablo que a una aparición divina, y en el centro de todos, San Felipe de Jesús durmiendo en una higuera seca, pero por la figura nadie sabría decir si era el santo o el propio Presidente del Desempleo.
“Es muy importante, Jossie –se dirigió a la ministra de Educación Tardía–, que hables con nuestra Primera Pedagoga Eva Ester para que estos retratos estén en todas las escuelas y universidades públicas, pero en el centro debe estar siempre, y no es esto un comercial, el de San Felipe de Jesús. Como lo he dicho ya muchas veces, este es un país laico pero no lo es.”
El Presidente del Desempleo vio hacia la puerta. Estaba, con cara de niño castigado en el rincón del salón de clase, el Boss opusdeísta de los Derechos Humanos. Había prohibido que lo dejaran entrar porque quería chamba de ministro de la Suprema Corte. Lo ignoró. Volvió la vista a donde estaba el joven presidente del Partido Retrógada.
“Quiero agradecer a Hermann Martins porque una vez más ha demostrado que es un católico de estirpe medieval a la hora de atacar a los judíos, culpables de la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Con gran astucia mostró en un artículo, con un solo ejemplo, cómo un judío puede ser todos. Ustedes vieron que ni siquiera lo reconvine públicamente. A este paso, apoyado por el obispo lefebvriano Richard Williamson, ahora avecindado en Argentina, va a negar también el Holocausto, lo haga o no en latín. Estoy seguro que de haber vivido en los siglos de la Contrarreforma, Hermann hubiera sido un inquisidor de fábula. Joven como lo ven, ya es un gran soldado católico. Que me perdone la presidenta del Partido Gangsteril, pero es más pendenciero que muchacho. Es de los que creen en la espada y no en la otra mejilla, y de los que pueden decir lo que quieran sin fijarse en lo que dicen. Él es quien con más perspicacia ha analizado mi gestión. ¿No dijo acaso que en dos años de gobierno mío se han hecho más cosas que en todos los gobiernos anteriores?”
Con su mirada de memo, Hermann Martins se levantó de su silla, se quitó los espejuelos, le hizo una serie de reverencias (aunque tuvo que agacharse más de lo debido), y luego mostró a todos con orgullo su rara corbata hecha en forma de cruz gamada.
Foto: nocturnalMoTH |
“A ver tú, Alfonso. Sé que te pueden acusar de muchas cosas, pero nunca de no haber sido congruente. ¿Hay algún puesto por el que hayas pasado en la función pública donde tus colaboradores y subalternos no te hayan tildado de prepotente, de arbitrario y de clásico funcionario que sólo responde el teléfono a sus superiores? En tu congruencia te pareces al que dice presidir los Derechos Humanos, quien, durante sus dos períodos ha hecho siempre como que recomienda y nosotros que le hacemos caso. Quiero que urgentemente me atiendas esta encomienda. Luego de que termines de armar el espectáculo antiarquelógico de Luz y Sonido en Teotihuacan, al que te has consagrado devotamente junto con el gobernador Enrique Atenco del Partido Gangsteril, debes también mandar construir sobre la Pirámide de la Luna una capilla a Juan Diego. Así mataremos tres pájaros de un tiro. Se verá la superioridad de la religión católica, los turistas tendrán una mejor vista de conjunto sobre la zona y los indígenas no podrán protestar porque la Iglesia lleva el nombre de uno de los suyos. Si ya les definiste a los periodistas lo que es el amor a la destrucción del patrimonio, les definirás ahora lo que es una capilla sobre una pirámide. Te voy a pedir además que desde tu puesto y como historiador te pongas de acuerdo con Villalpando y recuperes para el Bicentenario a nuestros excelsos pensadores e intelectuales: Gutiérrez Estrada, quien fue el primero que públicamente pidió un monarca extranjero para México; madame Calderón de la Barca (pero borrando, por favor, que en los dos años que vivió aquí se la pasó asustada con tanto lépero y delincuente que veía por la ciudad); el conde de la Cortina, que escribía según los cánones del farragoso Diccionario de la academia de la lengua española; tu colega Francisco de Paula Arrangoiz (pero omite que se clavó el uno por ciento –de los siete millones de pesos de la indemnización– de la venta de La Mesilla, con lo que se dio la gran vida unos años en Londres y París; Lucas Alamán, padre y maestro de los historiadores actuales que me apoyan y quien vio como un castigo divino la llegada del ejército estadunidense al zócalo por habernos independizado de los españoles, y a José Zorrilla, intelectual orgánico de Maximiliano, que recibía su sueldo como director del Teatro Nacional, inclusive sin haber existido el dicho teatro, lo que lo vuelve uno de los grandes antecedentes de los intelectuales ‘aviadores' del siglo xx que volaban de nómina en nómina en los setenta y un años que gobernó el Partido Gangsteril. A Santa Anna puedes omitirlo del todo, porque hasta el maestro Vasconcelos, en su más abascaliana época, cuando aún no tenía megabiblioteca, despotricó contra él en su Breve historia de México, y porque de seguro Santa Anna, de haber vivido ahora, habría estado varias veces en nuestro partido, en el Partido Gangsteril, en el Partido Disciplinado de la Izquierda Chuchista , y hasta en los partidos de la chiquillada.”
Moviendo la mano derecha se dirigió ahora a todos: “Por cierto: vamos a consultar al alcalde del Partido Chuchista, quien ya se volvió religiosamente de los nuestros y se lleva de a cuartos con el pájaro cardenal y el anunciado nuncio. Un día de éstos –acuérdense de mí– irá a Roma e invitará al Sumo Pontífice para que inaugure en la ciudad las obras del Bicentenario, causa reciente del martirio sin beatificación de los capitalinos. Le pediremos al alcalde, digo, que nos unamos para rebautizar el Paseo de la Reforma por Paseo de los Grandes Religioneros. ¿Cómo lo convenceremos? Hablaré con los dueños de las televisoras para que le den más espots y le hagan creer que puede ser el próximo presidente.”
Se dirigió a su ministro del Interior: “A ver, Ferdinando, te encargo dos cosas. La primera que, aun cuando un poco atrasada, busques la reivindicación, o mejor dicho, la purificación, sin indulgencia papal, de Maximiliano. Dale vueltas y mira cómo, post mortem, le otorgamos a la vez la FM1 , la FM2 y la nacionalidad mexicana. Justifícalo diciendo que le gustaba andar en traje de charro, gozaba los jaripeos, se solazaba con las currutacas mexicanas que se le metían a la alcoba, y aun declaró que él que se sentía mexicano, aun “el último de los mexicanos”. Cualquier duda que haya al respecto, ten como libro de cabecera el Maximiliano íntimo, de José Luis Blasio. La segunda cosa son las guerrillas del país. Búscame al nopal de Juan Vicente Cristero allá, entre los agaves azules de su rancho, nómbralo comisionado para la paz, llevátelo a Chiapas o a Oaxaca o a Guerrero y que me resuelva en quince minutos –dale, si quieres, media hora– el conflicto de las guerrillas zapatista y del Ejército Popular.”
Volvió la vista otra vez hacia sus colaboradores: “Quiero decirles que es muy importante cambiar de ahora en adelante en la Noche del Grito los nombres de los héroes. Les voy a hacer una demostración.”
Al Presidente del Desempleo lo subieron a la silla e hizo como si estuviera agitando una campana, y empezó a gritar: “¡Vivan los héroes que nos dieron patria! ¡Viva San Felipe de Jesús! ¡Viva Morelos arrepentido! ¡Viva Iturbide! ¡Viva Lucas Alamán! ¡Viva Leonardo Márquez! ¡Viva Miramón! ¡Viva el Arzobispo Labastida! ¡Viva Maximiliano! ¡Viva Felipe de Jesús, su servidor!”
Al terminar su ensayo, el Presidente del Desempleo, dirigiéndose a los presentes, utilizó un tono persuasivo: “Contra lo que creen los difamadores, me siento muy orgulloso de mi familia política. Si en la época de elecciones fue Hildebrando el cuñado favorito, ahora es mi sobrina Mariana Pradera, presidenta de nuestro Partido en ciudad, quienes han seguido fielmente los pasos de la familia –consanguínea y política– de Juan Vicente Cristero. ¿No se enriqueció él mismo y dejó enriquecerse a sus hermanos, y más, a los hermanos Babieca, hijos de Máscara Wouse, su pintoresca esposa? La última vez que vi a Juan Vicente Cristero, ¿no le dije acaso?: ‘¡No, la camisa, por favor, no!', porque era la única que traía, y si me la robaba ¿cómo me iba a regresar? ¿Pero ven ustedes algo malo en que la gente de bien y las familias decentes hagan sus negocios aparte? ¿No se da cuenta el pueblo que de esa manera son más o mucho grandes las limosnas a la Iglesia católica en tiempos de crisis? Eso incluso salvará a mis parientes políticos de pasarse una temporada en el purgatorio, pero no sabemos si en el paraíso San Pedro les corte antes las uñas. ¿Cómo llamaríamos a esto, mi querido Hermann? ¿Te parece bien que lo denominemos guanajuatizar las familias presidenciales? No te levantes a hacer más reverencias, no me contestes, ya sé que siempre estás de acuerdo conmigo y me citas venga o no venga al caso. Además Mariana está muy bien en su puesto de presidenta del Partido en nuestra noble y leal Ciudad de México por su nombre celestial. No en balde, por eso, se le ha visto como una Aparición con sus apóstoles milagrosos para llevarse los dineros de la Reforma Agraria sin que crean que los ven. ¿Por qué los negocios de Mariana precisamente en la Reforma Agraria? Eso, creánmelo, aún me intriga y lo veo como uno más de los misterios del Rosario. Por ahí andan diciendo fallidos e inviables escritores y periodistas que somos un país inviable o un Estado fallido, que a la gente no le alcanza ni siquiera para la canasta básica y que el narco nos ganó la guerra. Son los alarmistas, y peor, los catastrofistas. ¿Recuerdan ustedes los versos de López Velarde?: ‘Te dará frente al hambre y el obús/ un higo San Felipe de Jesús'? No es otra vez un comercial, pero ningún vaticinio ha sido mejor formulado. ¿No tengo –yo mismo como cabeza de grupo– ‘el mejor equipo económico del mundo'? ¿No tengo sobre mí para protegerme a los supra poderes de los empresarios, las televisoras, el ejército y la Iglesia? El que en nuestro país tenga ojos, vea; el que tenga oídos, oiga, y el que tenga boca, que coma, y si no, Dios proveerá. Amigos y colaboradores míos, recuérdenlo. Sin creerme un gran autor de novela de ciencia ficción como H. G. Wells, puedo darles la Buena Nueva : seguimos por decreto en 1866.”
Terminada la reunión, los fieles se despidieron entre sí afectuosamente. El boss opusdeísta de Derechos Humanos seguía esperando en la puerta a ver si alguien le hacía caso.
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