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Aguas pasadas
Caso atípico, recientemente se habla de que ciertos productores estadunidenses han mostrado interés en realizar el remake de una cinta mexicana estrenada a mediados de octubre del año pasado, titulada Bajo la sal, cuyo director y coguionista –el otro de la pluma responde al nombre de Ángel Pulido– es Mario Muñoz. En caso de que la compra de los derechos se concrete, Warner Bros. Pictures México, el Fidecine y la compañía Películas Imaginarias, es decir las entidades productoras del filme, estarán en condiciones de calcular qué tanto resarcirán a sus faltriqueras, como de seguro no alcanzaron a hacerlo a consecuencia de un estreno y una permanencia en cartelera comercial que nada de diferente tuvo respecto de tantos otros, por lo que a cine mexicano se refiere.
La sinopsis que en su momento fue distribuida y que la mayoría de los medios de comunicación reprodujo sin mayor abundamiento, dicta lo siguiente: “El comandante Trujillo, un policía capitalino viaja a Santa Rosa de la Sal , un pueblo cercano a una salinera, para resolver el misterio de una serie de asesinatos. En el lugar descubrirá los secretos que guarda el pueblo, y conocerá a Víctor, un joven oscuro, quien podría ser la clave para encontrar la verdad.” Hágase cargo de la tropezada puntuación quien la haya perpetrado, y añádase aquí lo siguiente: a) que el personaje del tal comandante Trujillo le fue encomendado a Humberto Zurita –un actor de quien podría decirse que ya pasó su mejor época, siempre y cuando hubiera tenido alguna que calificara como mejor que otra–, con lo cual se aseguró que el conjunto del desempeño histriónico exhibiera una muy sostenida cota de tibia medianía disfrazada de manierismo exaltado, habida cuenta de la obvia e inevitable preeminencia del protagonista en pantalla; b) que el resto del reparto, pero sobre todo quienes tuvieron a su cargo los principales papeles –es decir Plutarco Haza, Emilio Guerrero, Irene Azuela y Ricardo Polanco– de algún modo parecen haberse hecho eco de aquel irritante impedimento para darle naturalidad o cuando menos verosimilitud al personaje encarnado, de tal suerte que la thrillerosa trama jamás deja de desleírse, por lo que: c) ésta, la trama, repasa el camino triste que va de la promesa y la posibilidad al incumplimiento de la primera y la nulidad de la segunda, toda vez que Bajo la sal arranca con una fuerza visual y un planteamiento del conflicto –la aparición de un cadáver bajo una montaña de sal en una salinera en Guerrero Negro, Baja California– que daban para pensar en ulteriores y muy agradecibles osadías narrativas, verbigracia el planteamiento de una posible explicación de carácter político, social o económico, para el tipo de crímenes que Todomundo sabe se cometen impunemente en aquellas regiones de nuestro país –pues no todo el norte es Ciudad Juárez y no sólo ahí se asesinan mujeres–, y no la salida fácil del asesino serial taimado y dizque oculto a los ojos de un público que lo adivina desde la segunda secuencia, a lo cual debe añadirse al más que manido sabueso que desface el entuerto él solito y que, para mayor lugar común, resulta carecer ya de atribuciones oficiales para desempeñarse como policía –luida variante del clásico “estás fuera del caso” de la serie policíaca de televisión que usted guste.
Escena de Bajo la sal |
¿Será que los posibles compradores estadunidenses quieren darle la vuelta a la tortilla de un thriller así, o será más bien que les encantó la idea de adoptar –y adaptar– una historia que parece diseñada para abordar un tema arriesgado pero sin arriesgarse a nada?
MÍ NO COMPRENDER
No ha faltado quien quiere ver en Arresto domiciliario, la más reciente propuesta fílmica de Gabriel Retes, una suerte de fortísimo apretón de tuercas en el ejercicio de de la osadía y el deschongamiento formal, por decirlo de algún modo, así como una especie de apuesta tremenda por la autoparodia. Faltan muchos años para que pueda certificarse, digamos que del modo como le ocurrió al Santo y sus malísimas películas –que luego de que en las Europas dijeron que algo tenían de buenas, ahora sí en Mexiquito Mediomundo sale del clóset y dice que sí es cierto–, si este Arresto domiciliario pasará a la posteridad como un alarde creativo en el cine de autor, o si quedará como lo que vio este juntapalabras, entre muchos otros espectadores: como una película por desgracia muy fallida, terriblemente autocomplaciente y pésimamente realizada.
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