El museo de Fox
Agustín Escobar Ledesma
El presidente del cambio prometió fumigar Los Pinos para acabar con tepocatas, víboras prietas, alimañas y demás fauna enquistada en la biosfera de la residencia presidencial. Sin embargo, fue cazado por una de ellas: "no los une el amor sino el espanto", sentenció José Luis Borgues. Así nació la obscena "pareja presidencial" que se besó frente al Vaticano y las cámaras de televisión; de luna de miel en China montó en bicicleta y, cuando jugaba a las escondidillas entre los milenarios guerreros de terracota, tuvo una iluminación que a nadie en su sano juicio se le habría ocurrido: unificar a las dos Coreas.
Al fin y al cabo, gobierno de empresarios para empresarios, bajo su amparo y sus continuos lapsus brutus el país es otro: se incrementó el narcotráfico y la sangre derramada de manera cotidiana, aumentaron las concesiones a los barones de las televisoras, con la obsequiosa Ley Televisa, el país figura entre los más corruptos del mundo, la miseria es obscena puesto que ahora existen 24 millones de mexicanos en pobreza alimentaria, el tráfico de influencias al servicio de los turbios negocios de los entenados de Celaya es patético, el analfabetismo alcanzó su clímax cuando felicitó a una mujer queretana por no leer periódicos, la censura hizo rodar cabezas y llevó a los periodistas a los tribunales. Para cerrar con broche de oro, la "pareja presidencial" recurrió al fraude electoral, verdadero voto útil, para imponer en la silla del águila mocha a un débil presidente espurio que promete más de lo mismo bajo la férula del garrote, dándole respiración de boca a aboca a los dinosaurios para resucitarlos al tercer día de entre los muertos.
Por supuesto que no fueron suficientes los seis años para resolver en quince minutos la ingente situación de Chiapas.
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