¿Mister Fox?
Marcela Sánchez Mota
Si usted todavía escucha a alguien que no sea Mister Fox, quisiera invitarlo a recordar que cuando usted ganó la Presidencia en el año 2000, muchos mexicanos sabían de antemano que usted y su partido no eran la opción idónea para este país, pero sí la más viable para terminar con la permanencia del pri en los Pinos. Sin duda, eso esperanzó a quienes estaban urgidos de un cambio, a quienes pensaban en la necesidad imperiosa de acabar con las redes de corrupción de nuestro inveterado sistema burocrático y romper con la hegemonía de un poder presidencialista. Otros creyeron que al fin se había llegado al inicio de una democracia política que posibilitaría el tránsito hacia una democracia social. Aunque usted no escuche, como no ha escuchado, las críticas que durante seis años le han lanzado muchos mexicanos, quisiera remarcar que los incipientes avances democráticos de nuestro país se han dado gracias a la lucha ejemplar de miles de mexicanos a lo largo de la historia y a costa de la vida de muchos de ellos, y no gracias a los reclamos que usted encabezó para llegar al poder y que olvidó con rapidez.
Algunos no vieron la primera señal de lo que sería en buena medida su estilo de gobernar: la mentira. Esa señal apareció el día en que usted entregó un papel en blanco en lugar del código secreto que habría permitido la revisión del Fobaproa, ese instrumento abominable, resultado de políticas equivocadas, y que es y será un lastre para varias generaciones de mexicanos. Y todo para evitar que unos cuantos privilegiados enfrentaran las acciones penales a las que habrían tenido que someterse. Desde esta perspectiva, se explica bien su persistencia. ¿Cómo no entender la persistencia en impedir a toda costa la llegada a la presidencia de quien amenazaba con revisar ese expediente? A usted no le importó, para lograrlo, desestabilizar al país, provocar el encono entre los mexicanos y dejar en la incertidumbre a una parte considerable de la población.
¿Usted creyó que gobernar un país era como cabalgar en un caballo? Porque temo decirle que el tal caballo se atoró en un lodazal sin que usted se diera cuenta. El pobre animal siguió vivo gracias a la respiración artificial que le dio el trabajo de millones de mexicanos, y a la forma en que su gobierno exprimió nuestras reservas petroleras. Nunca pensamos que su estilo ranchero, teñido de ignorancia e ingenuidad, escondía a un hombre tan susceptible de adquirir la enfermedad del poder en su expresión más dañina: la intransigencia, la mentira y el abuso.
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