Reflexiones sobre la impopularidad
del Seguro Popular
Arturo Orea Tejeda
Más de 45 millones de mexicanos carecen de protección en salud, la mayoría de ellos autoempleados que pertenecen a los estratos más pobres de la población. Existen grandes disparidades en cuanto a cobertura, gasto público y condiciones sanitarias entre los estados del norte y del sur del país, donde se tiene muy baja disponibilidad de médicos, enfermeras y camas de hospital. Aun los grandes institutos, ante la creciente demanda de servicios, han deteriorado la calidad de su atención por la falta de recursos, y obliga a aumentos impagables –para un enorme sector de solicitantes– de las cuotas de recuperación.
El Seguro Popular está destinado a los trabajadores no asalariados, los autoempleados y desempleados todos integrantes de una misma familia, menores de edad, los padres y suegros mayores de sesenta y cuatro años que vivan bajo el mismo techo. Pero ofreciendo atención únicamente para enfermedades-situaciones que se encuentran dentro de los noventa y un puntos del catálogo de Servicios Esenciales en Salud, donde se ofrecen vacunas que desde hace décadas se aplican gratuitamente, se excluyen complicaciones de partos y cesáreas, alteraciones congénitas, las enfermedades cardiovasculares y sus complicaciones.
La privatización de los servicios mínimos a que debe obligarse un Estado: educación, alimentación, y en este caso salud, abandona a la población, en especial a los sectores más vulnerables, a mafias con una patética incapacidad profesional a la que no pocas veces se suma un nivel de deshonestidad grotesco.
La salud de los habitantes no debe estar en manos de especuladores rapaces. ¿Por qué no un esquema de empleo bien remunerado que permita incorporarlos al mercado laboral legal, donde se genere un ingreso adecuado que les permita contribuir a la economía formal con pago de impuestos, contribuir a la seguridad social y jubilarse dignamente?
¿Dónde quedó la idea de los Centros de Seguridad Social para el Bienestar Familiar, que impartían clases, ofrecían cultura y centros deportivos con cargo a los impuestos, que para eso son? La salud no debe ser un objeto más con el que se trafica y especula. El Estado debe garantizar la salud, es su obligación y debe ser universal y sin restricciones. ¡Debe estar al alcance de todos y para el bien de todos!
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