Foximiliano y Martota
David Huerta
La mejor ocurrencia del ingenio mexicano ante la "pareja presidencial" fue este par extraordinario de nombres: Foximiliano y Martota.
En "Foximiliano", la letra equis está en el mismísimo lugar que en "Maximiliano"; el final del nombre "Carlota" se convierte en una forma chusquísima de aumentativo en el implacable "Martota". El acerado sentido irónico se alió con un oído muy fino. Es una doble puntada que da plenamente en el blanco. La escogí como la mejor de todas a pesar de otra ocurrencia, que no es doble, aunque sea genial: el apodo propinado al presidente Fox en recuerdo de las Mil y una noches: Alí Babotas.
Escuché por primera vez esos nombres en los meses en los que se hablaba del concierto de Elton John en el Castillo de Chapultepec; nada mejor, entonces, que evocar a aquella pareja de nobles aventureros europeos ante esta pareja de aventureros de la localidad. Todo el romanticismo-siglo-XIX del fusilado y la loca, cifrada en sus destinos trágicos, se convirtió en comedia, en garabato patético.
Una vez le dirigí la palabra a Vicente Fox y le pedí que no permitiera el impuesto a los libros. Se despidió de mí con un cordial apretón de manos y nos tomaron una foto que conservo entre los libros de Jorge Ibargüengoitia. Me dijo: "Lo de los libros va a resolverse", y yo le repuse voz firme, ceño severo, quiero creer con un "ojalá" muy sentido. Aquello se resolvió. Luego el verdadero presidente, el señor Gil Díaz, insistió. Recordé aquellas palabras: "No piensan, luego insisten."
Ningún Fernando del Paso dará noticias de este imperio. Helguera, Hernández, Naranjo y El Fisgón fueron, en cambio, los mejores cronistas del sexenio. Dónde termina la caricatura y comienza la realidad es un problema que nadie podrá, jamás, resolver.
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