¿Bono democrático?
Gustavo Iruegas
BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPIRITU
El presidente Fox inició su actividad internacional con el crédito que le dio haber llegado al poder democrática y legítimamente. Ventaja que, traducida como "bono democrático", se pretendió hacer efectiva ante Estados Unidos. Desde el primer contacto se pidió a los socios comerciales del norte el apoyo financiero necesario para que México pudiera iniciar un proceso de integración a América del Norte, solicitud instantáneamente denegada. Después, el objetivo se centró en obtener un acuerdo migratorio que incluyera la regularización de los indocumentados, permisos suficientes para los futuros emigrantes y, nuevamente, fondos para el desarrollo de la economía mexicana. Por su parte, México cooperaría en los temas de seguridad de sus propias fronteras en el norte y en el sur. La petición fue rechazada, pero la oferta, exigida.
Otra línea de política exterior fue la de desarrollar un activismo multilateral que permitiera a México incidir y acrecentar su influencia en la política internacional. Para ello se decidió buscar uno de los dos lugares latinoamericanos en el Consejo de Seguridad para el bienio 2002-2003. A pesar de que los atentados del 11 de septiembre de 2001 cambiaron completamente el panorama internacional y aun atropellando la candidatura de la República Dominicana, se consiguió el lugar buscado. Pero Estados Unidos decidió atacar a Irak con el respaldo del Consejo de Seguridad. La cancillería mexicana había decidido resistir todo el tiempo que resistiera Francia para que, cuando ésta cediera a la presión norteamericana, México hiciera lo propio atenuando el desdoro por la compañía que se esperaba unánime de los miembros del Consejo. Impaciente, Estados Unidos decidió iniciar las hostilidades por encima de anunciados vetos y votos contrarios. Para México fue el peor de los escenarios: tuvo que soportar el airado resentimiento de Estados Unidos sin haber votado en su contra y a pesar de su oculta intención de no hacerlo. La aprobación nacional por lo que se veía como una valiente postura no fue suficiente en el ánimo del presidente Fox. Con ella no se compensaba el que su poderoso vecino y amigo, el presidente Bush, no le contestara el teléfono por tres meses seguidos.
La tercera línea de política exterior del régimen tenía como propósito la demostración de que México hacía suyas las propuestas norteamericanas en materia de democracia y derechos humanos. En este último tema se tomó la decisión de hostilizar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos. Como resultado, la relación bilateral se dañó profundamente y la propia Comisión desapareció. Por su parte, la nueva democracia mexicana no pasó la primera prueba en terreno propio.
El resumen de la gestión internacional foxista es corto: en vez de acuerdo migratorio hay un muro en la frontera; el simulado activismo multilateral fue inefectivo y costoso; la bandera de derechos humanos y democracia fue sustituida, en Estados Unidos, por la institucionalización de la tortura y, en México, por el robo de la elección presidencial y la represión en Oaxaca. Lo demás fueron dislates y majaderías.
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