Albricias ante estas ruinas que ves
Jorge Moch
Seis años bastaron, Vicente, para que con tus equívocos conocimientos gerenciales de escuelita cocacola, con tu ignorancia en ristre, tu arrogancia y el folclorismo que alguna vez creímos que era candidez pero era máscara perversa, de quedabién para sumar votos, enfrentaras a los mexicanos en contra de los mexicanos. Nadie antes lo había logrado. Ni siquiera Salinas, que ya es apoteósico decir maldad y pragmatismo de ultraderecha. Ni Díaz Ordaz, que parece salir de su sarcófago encarnado en tu gris sucesor. Nadie nunca antes en un gobierno mexicano había exhibido tan poco amor por México y tanto amor por los señores del dinero y los señores del norte, tus ex patrones o patrones todavía vigentes, según parece, como tú y tu mujer. Igual que tus antecesores priístas desde la presidencia solapaste el tráfico de influencias de tus parientes, de los hijos de tu mujer y algunos de tus más oscuros alecuijes, como Diego Fernández de Cevallos. Nadie hubiera creído que te aliarías con lo peor que ha dado la mafia política de este país, como Miguel Ángel Yunes, Víctor Flores, Emilio Gamboa o el clan Hank. Seis años más que suficientes para que te creyeras tus mentiras televisadas, tus gazapos, tus yerros, tus impericias. Te quedó grande, grandísimo el traje. Se te escurrió, holgada, vencida y manchada, la banda presidencial. Seis años bastaron para el desprestigio en Latinoamérica hermana.
Dejas el país con abismales desigualdades sociales y económicas, arropado con el maquillaje de la macroeconomía. Fuiste un buen empleadito vocinglero de las televisoras, un enemigo del congreso, un artesano de la doble moral. Te vas y qué bueno. Nos falta lidiar con la bosta que nos dejas hasta el cuello. Nunca vuelvas. Piérdete. Bórrate. Lárgate por fin de nuestras vidas.
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